jueves, 2 de mayo de 2013

La mujer detrás de la noticia

Desde hace algo más de una semana conocíamos por los medios la historia de Ángela Uriarte, la anciana de 86 años sobre la que pendía una inminente orden de desahucio. Supimos cómo su caso había provocado la movilización de centenares de personas que se manifestaron en una sucursal del banco de Santander, para exigir la paralización del desahucio de esta mujer, que se ha visto abocada en los últimos años a llevar una vida de privaciones de todo tipo.  También conocíamos cómo sus vecinos se atrincheraron en la puerta de su casa días antes de que la orden de desahucio fuera efectiva y fuimos testigos de muestras de solidaridad desde todos los lugares del país.


Pues bien, hoy la sinrazón y la brutalidad han ganado la partida al compromiso y a la solidaridad. Una veintena de antidisturbios han puesto fin a la pacífica lucha que mantenían los vecinos de Ángela para que esta no perdiera su casa.

Rostros de pena, tristeza, rabia y decepción en el centenar de personas que presenciaron el fatal desenlace. A Doña Ángela la echan de su casa de la peor de las maneras y tendrá ahora que enfrentarse a un futuro que se augura incierto. Miembros de los Servicios Sociales del ayuntamiento la esperaban en la puerta para trasladarla al albergue donde pasará los próximos días hasta que sea "rehubicada en una residencia como es lo más conveniente para la gente de su edad" según declaró el concejal de Asuntos Sociales.


Hasta aquí es lo que conocemos todos, una historia triste no muy diferente a las que desgraciadamente vemos todos los días en los medios. Pero la historia no acaba aquí, al menos no para nosotros, nos resistimos a dejar que Doña Ángela sea una mera novedad periodística que por lo injusto y terrible del caso mueve, por unos momentos, los sentimientos más encontrados. Nos resistimos a pensar que la historia de esta mujer es una más de las miles de historias similares que se dan cada día en nuestro país.

Pero,¿Quien es realmente Doña Ángela? Aquellos que conocen a esta tímida y quizá algo esquiva anciana de 86 años declaran que bajo esa apariencia de mujer humilde y frágil se esconde una personalidad fuera de lo común.

Algunos declaran que no siempre llevó esta vida de privaciones que la ha llevado a perder lo poco que tenía sino que, muy al contrario, vivió de forma más que holgada los primeros años de su vida. Su padre fue un empresario y financiero que residió la mayor parte de su vida en la villa vizcaína de Durango, ciudad natal de Doña Ángela. La infancia de esta transcurrió en un caserío en las faldas del monte Mugarra, no lejos de la ciudad, donde vivía con sus dos hermanos y, al parecer, no le faltaban las atenciones por parte de mucamas y criados, quizás para paliar la ausencia de sus padres que residían la mayor parte del tiempo en la ciudad. 
En el caserío de Mugarra les sorprendió la guerra civil cuando Ángela solo contaba con 9 años de edad, lo aislado del lugar hizo que apenas fueran testigos de la crudeza de la guerra, muy al contrario, para Ángela constituyen los recuerdos más felices de su infancia pues fue de las pocas veces que toda la familia permaneció unida, ya que sus padres se trasladaron con ellos al caserío huyendo del peligro de los bombardeos de Durango. De aquella época son quizá aquellos sueños recurrentes sobre los que a menudo se le ha oido hablar a Ángela.
Después de los 13 años Ángela tuvo la sensación de que su infancia se desvanecía pues debía marcharse a Zaragoza para ingresar en el Colegio de las Religiosas del Sagrado Corazón.
Es muy probable que esta foto, que encontramos en un viejo aparador de su ya desalojada vivienda, pertenezca a esta época. 


Debe tener aquí unos 14 o 15 años, poco tiempo después conocería al que fue su marido y con el que tuvo su único hijo.
A los 17 años se casó con Don Ernesto Artal, un industrial aragonés que tenía numerosos negocios en el extranjero. El matrimonio residió en 5 países diferentes en los algo más de 15 años que estuvieron juntos. Fue en Panamá donde nació Luís y donde, 7 años después, su madre se divorció de su marido. Las leyes de la época no permitieron que Ángela pudiera ver a su hijo después del divorcio ya que su marido había ganado la custodia de este. Esto sumió a Ángela en una gran depresión que la llevó a ingresar en un sanatorio en el que pasó cerca de 2 años.
No se sabe a ciencia cierta en qué año regresó a España (quizá fuera alrededor de 1965 según los pocos detalles que tenemos), lo que sí sabemos es que regresó sola, con escaso dinero y con la firme convicción de empezar una nueva vida.
Según hemos conocido, se ganaba la vida cosiendo y haciendo arreglos para pequeñas tiendas del barrio madrileño de la Puerta del Ángel lugar donde residía.
Se trasladó a Bilbao a mediados de los 80, quizá fuera la nostalgia de una tierra que no pisaba desde hacía más de 40 años lo que la hizo volver, quizá el deseo de encontrarse con los pocos parientes que le quedaban aún con vida.

Poco se conoce en realidad de esta mujer que ya sabe lo que es caer para volver a levantarse una y otra vez, que ha tenido que empezar de nuevo arropada solo por su coraje. Una mujer que no parece solo una sino muchas a misma vez.